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7 de junio de 2010

Un lobo tras la puerta


Las fieras se han ido, a buscar el destino en otras tierras.

Hay un lobo tras la puerta...
Temeroso a irse, su alma grita ¡sal!, sus ojos se conforman con decir dentro; y dotado de patas fuertes y colmillos potentes, se resigna a un aullar mudo, de una que otra noche en el balcón de su cueva, donde miles de pulgas brincan gustosas por la seguridad del alimento, y una garrapata del tamaño de su espalda vive colgada chupándole la sangre de un lomo muy agachado.
Un lobo tras la puerta...
Y el tiempo se detiene, en el interior de la celda; ese tiempo que afuera corre, como ágil liebre carnosa, a la que debe atrapar, o morir de hambre, o morir de encierro.
Un lobo, tras la puerta que decide abrir.
Si las pulgas mueren, que se mueran llenas, ya han comido suficiente, si la garrapata cae, que caiga afuera ya la espalda se erguirá y la gravedad echa para abajo todo lo que pesa.

Aire, luz, alma... y la libertad de un lobo, que vivía tras una puerta.

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