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16 de abril de 2010

Oda sencilla a la avispa ( re flexiva )


Una avispa muerta cae al suelo, mis ojos tristes y secos la despiden sin parpadear, estudio su rigor, me interno en el ejercicio de perturbar a la naturaleza, el aire le abandonó, la noche se le negó, una flor nunca le plació.

Pienso: -Una avispa se dedica a alertar al mundo de la dolorosa e inevitable pérdida, trabaja para doler, para despertar de letargos e indiferencias al sonido ciego de una vida.
Lo que duele perder… lo que duele no doler.

Veo:-El cielo, el nuboso cielo complaciente, en algún momento fué amado por sus alas…
y se abre para ella, el cielo se abre.
Sabiéndole poseedora de una ponzoña hiriente, el cielo eleva a cualquier caido dispuesto a mirar el horizonte infinito.

Entiendo:-Cualquier caido puede gritar, he ahí al trueno, cualquier día la luna puede rabiar, he ahí al rayo, una avispa es un pedazo de estrella pulida al trabajo más fino. Hecha para posar por un segundo en el universo más frágil, una piel.
-Por eso no será olvidada por el azul abismo aún si ha lastimado, no lo está aún si tiene veneno, incluso si no lo entiende, incluso si aún su filo no muere.

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