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28 de septiembre de 2009

Personas que se atreven a vivir, sólo con ellos mismos y uno que otro animal.


Creo que podría transformarme y vivir con los animales, son tan apacibles y dueños de si mismos. Me paro a contemplarlos durante tiempo y más tiempo. No sudan ni se quejan de su suerte, no se pasan la noche en vela llorando por sus pecados, no me fastidian hablando de sus deberes para con Dios.
Ninguno está insatisfecho, a ninguno le enloquece la manía de poseer cosas. Ninguno se arrodilla ante otro, ni ante los congéneres que vivieron hace miles de años, ninguno es respetable ni desgraciado en todo el ancho del mundo.
Walt Witman
En mi último viaje a Teocelo, mi tierra, le conocí una parte maravillosa, un nacimiento en medio de la inmensidad del bosque, el agua fría y fresca, que brotaba de las piedras me hizo sentir aliviada, el lugar se llama ojo de agua, y para llegar se hace un recorrido por terracería de 25 minutos en camioneta y posterior uno de 30 a pata, al final un pequeño y maravilloso manantial espera solitario, (agradezco a mi tío saúl la insistencia de llevarnos a conocer), no tengo palabras ante una cosa así, porque son situaciones que se sienten, se viven y se disfrutan en vivo.
Mi gran temor a los gusanos me acompañó todo el recorrido, al bajar por la barranca inmensa solo podía pedirle a el bosque que me los quitase de la vista, porque esto arruinaría mi estancia y al parecer fuí complacida porque no vi ni uno a pesar de que mi mamá me miraba con temor porque ella si los veía.
Cuando degustabamos unas enchiladas que aún recuerdo y me antojo, mi tío contó una historia que me sigue dando vueltas en la cabeza:
Un hombre se hizo una pequeña y muy modesta choza a un lado del manantial, y decidió quedarse a vivir ahí, sólo, sin luz, sin compañía humana permanente y por 10 años ininterrumpidos, su único contacto con la civilización durante ese largo tiempo fue su padre, que cansado y amoroso, bajaba a verlo muy esporádicamente llevándole velas y otros objetos que le resultaban de gran utilidad, quizá cuando personas como nosotros bajaban al ojo de agua, el se refugiaba en su espacio o convivía con ellos, no lo sé y a veces hasta sueño con ese desconocido y maravilloso hombre, que debe tener una filosofía de la vida muy distinta a la que tenemos quienes nos sentamos como puercos a mirar la televisión por horas en lugar de contemplar el hermoso atardecer. Y siempre me pregunto ¿que vió, que escuchó, que soñó?, en medio de ese fragmento basto de bosque y aire.
Me recuerda esta situación la película que me ha marcado un cambio mental: Into the wild, y sólo puedo pensar en seres extraordinarios con valor y ánimo de explorar el pensamiento humano desde su propia mente.
-aquí la foto de la extraña y hermosa cabañita.

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